La contribución de los Profetas al monoteísmo bíblico
DOI:
https://doi.org/10.53111/estagus.v48i1.175Palabras clave:
Dios, Henoteísmo, Elías, DeuteroisaíasResumen
En sus orígenes el monoteísmo no constituyó la esencia de la religión judía. El antiguo pueblo hebreo no fue monoteísta sino henoteísta: adoró al Dios vivo de Israel, pero pensó en la existencia de otros dioses, que protegían a los distintos pueblos y los acompañaban en sus avatares históricos. Los profetas, empezando por el gran Elias (s. IX a G), por Amos y Oseas (s. VIII a. C), y continuando por el Protoisaías, Jeremías y Ezequiel (siglos VIII-VI a. C), contribuyeron de manera decisiva a alcanzar la fe en el uno y único Yahvé. Pero fue el Deuteroisaías (s. VI a. G), el profeta de la incomparabilidad y trascendencia divinas, el mayor fenómeno teológico del Primer Testamento, el que puede ser considerado como el primer autor, propiamente monoteísta de la tradición bíblica, tanto en la exposición conceptual doctrinal como en la expresión lingüística.
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